No había hablando antes porque estamos totalmente saturados todos los días de noticias relacionadas con este fatídico virus, este 2020, el año de la pandemia, quedará grabado en la historia y en nuestra memoria. Estamos viviendo un apocalipsis colectivo, con muchas tragedias individuales. Pero no está siendo igual de duro para todos. Con el virus también la desigualdad ha marcado las distancias. La brecha económica, los problemas psicológicos, los retos sanitarios, los cambios en la escuela, la incertidumbre creciente… Y también la posibilidad de convertir esta crisis en una oportunidad para pelear porque el futuro sea mejor. No os confesaré que yo siendo el rey del optimismo, de la ilusión y del mundo empresarial no lo esté pasando mal a momentos.
Yo lo que peor llevo es perder el dinero que estamos perdiendo, perder la ilusión de toda la gente que me rodea. El virus ha cambiado nuestras vidas. Debemos afrontar la situación con una mentalidad positiva. Para eso necesitamos conocer las etapas a las que nos vamos a enfrentar. El coronavirus nos ha superado a todos. Nos enfrentamos a emociones incómodas, nos agobia el miedo, nos estremece escuchar a los sanitarios informando de las situaciones que viven, y no parece que las cosas vayan a mejorar en el corto plazo. Sin embargo, existe una verdad incuestionable: todo pasa. El coronavirus también. Como ha sucedido con otras pandemias o en otras situaciones difíciles que hemos vivido. Debemos afrontar el problema con una mentalidad positiva. Para eso necesitamos conocer las etapas y las emociones a las que nos vamos a enfrentar. Reconocerlas nos ayudará a afrontarlas de un modo más amable. A desarrollar una mentalidad positiva a pesar de las circunstancias. Esta posición nos permitirá entender que, en todo cambio, por difícil que sea, siempre existen oportunidades para seguir aprendiendo y avanzar como personas y como sociedad.
“Estoy triste y soy vulnerable”. Ya no hay miedo ni rabia, solo desazón y tristeza en estado puro. Estamos abatidos por las cifras de enfermos y fallecidos, conocemos personas afectadas o lo estamos nosotros mismos. Es un momento de aceptación pura de la realidad. En la crisis del coronavirus, la travesía por el desierto hay que afrontarla. La mentalidad positiva sin tocar el desierto es falsa y temporal (excepto para quien vive en el positivismo artificial constante o tiene problemas con la empatía, que no deja de ser negación). La buena noticia es que los desiertos también se abandonan. Nos podemos quedar atascados en la rabia o en la negación, pero la mayoría de las personas, tarde o temprano, conseguimos remontar la tristeza.
Normalizamos la realidad. Si estamos recluidos, encontramos los aspectos positivos. Nos ofrecemos a ayudar a otros desde la serenidad y no desde el miedo; nos reímos de la situación y, lo más importante, nos abrimos al aprendizaje. Cuanto más nos esforcemos en ver qué aspectos quiere enseñarnos esta nueva crisis, más rápido podremos atravesar la curva del cambio. Esta crisis será historia, como todas. Vendrán otras, nuevos problemas, y eso significa que estamos vivos. Si hemos sido conscientes del proceso y hemos aprendido como personas y como sociedad, habrá valido la pena, a pesar de las numerosas pérdidas que hayamos tenido en el camino. Rodearos de la gente que más queréis, protegerlos, decirles que les queréis, decirles que son lo más grande de vuestra vida.
Intentad pensar en positivo, haced mucho deporte y rodearos de gente con magia.